La
primavera
Sandro
Botticelli, 1477-1478
Temple
sobre tabla • Renacimiento
203
cm × 314 cm
Galería
Uffizi, Florencia, Italia
Chloris eram quae Flora vocor:
“Yo era Cloris, yo que ahora me llamo Flora”
Ovidio. Fastos.
En el centro, Venus preside la
danza,
un manto de flores polimétricas
reposa a sus pies,
hojas verdes de tallos
puntiagudos le sirven de corona.
Su mano indica, con gesto grácil,
a su hijo,
volando, que hiera de dulzor a
una inocente.
Las inocentes pasean su gracia
con cautela,
temiendo que el niño las
responda.
Bailan y sus mantos se
entremezclan,
un placer etéreo las recorre.
Como un viento que corre entre
sus labios,
la flecha del ángel ciego ya ha
llegado.
Adiós pureza blanquecina,
viene la mortal saeta prohibida.
El viento mueve árboles y hojas,
persigue, necesita unos brazos
que lo ayuden.
La ninfa corre, mientras lo mira
aterrada,
un suspiro sale de su boca
atolondrada.
Una flor cae a sus pies, como una
pluma delgada.
Sus manos se hacen livianas, el
amor la llega,
su cuerpo se recubre de placer
hasta lo más remoto,
un vestido de flores la va
recubriendo.
La rosa, la canela y la amapola
son sus favoritas.
Al otro lado, un dios viajero
mira sus sueños,
mientras intenta alcanzarlos con
su cetro onírico.
Su espíritu se aleja hacia las
nubes.
Tú y yo somos ellos, como un cuadro
inquieto.
Una primavera que comienza,
con esperanzas de amores felices.
Seamos placer, inocencia,
presencia y sueño.
Seamos: AMOR.