para que se cuelen las preguntas inocentes
y se escapen las palabras que dicen no.
En equilibrio constante,
sobre el miedo incontenible.
Sí, estoy aquí para mirarte.
Dejaré los brazos abiertos
para que me persigas hasta la cama
y me hagas feliz.
El niñato más feliz del mundo.
Rómpeme la cara,
hazme daño de una vez,
por favor.
Todo se lo debo a tus manos.
En equilibrio constante
sobre el miedo incontenible.
Sí, estoy aquí para mirarte.
Un sabor,
entre la revolución y la esperanza.
Un grito,
entre el dolor y la ruptura.
Solo, sobre la cuna,
con las sábanas revueltas.
Corre,
la pesadilla te destruye.
¿Dónde está mi voz?
¿Creo? ¿Veo? ¿Voy?
¿Qué más?
Dejaré los pulmones abiertos
para que tu alma absorba a la mía.
Edvard Munch, El Grito, 1893
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